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“Policías sabían que mi hija fue estrangulada, pero protegieron al sujeto, que era judicial”

Doña Irinea Buendía llevó el caso de Mariana a la Suprema Corte. La sentencia derivó en un estándar obligatorio en investigaciones sobre muerte violenta de mujeres, en un país sin tipos penales ni protocolos homólogos

A puro dolor y a pesar del riesgo a su propia vida y la de sus otros hijos, doña Irinea Buendía se convirtió en una especie de justiciera en casos en los cuales autoridades y/o victimarios se han coludido para encubrir o descarrilar feminicidios.

No sólo ha inspirado la lucha de otros padres con la misma aflicción, también, con ayuda de abogados sensibles a la problemática, logró llevar el caso de su hija Mariana Lima Buendía (amparo en revisión 552/2013) a la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

De ese análisis y sentencia en el Máximo Tribunal del país se derivó un estándar hoy fundamental y obligatorio en investigaciones de este tipo, el cual lleva el nombre de la joven: “Todas las muertes violentas de mujeres, incluidas aquellas que parecieran suicidios o accidentes, deben iniciarse como feminicidio, y las autoridades están obligadas a determinar si hubo razones de género”.

El precepto buscó garantizar la debida diligencia y la realización de pruebas específicas para acreditar el delito.

La desgarradora pérdida de Mariana se volvió luz en el sombrío sistema legal para combatir los crímenes contra mujeres, cuya fragilidad se acentúa por vicios, indiferencia e ineptitud de autoridades investigadoras.

Dieciocho estados del país carecen de una fiscalía especializada en feminicidios; de entre las 14 en operación, la mayoría se conformó con personal de áreas como tránsito, robo u otros delitos ajenos, sin capacitación específica.

El feminicidio ni siquiera está homologado en el país. Cada estado tiene su propio tipo penal, con razones de género dispares y subjetivas, sujetas a la interpretación de jueces o ministerios públicos.

“Seguimos viendo una diferencia en la acreditación del delito, que cruza por la voluntad política de quienes están a cargo de las fiscalías. Por eso es tan importante la sentencia de la Suprema Corte sobre el caso Mariana: detalla cuáles son los pasos a seguir en la intervención ministerial y pericial, es un protocolo de investigación con estándares internacionales en materia de derechos humanos”, afirmó a Crónica Ana Yeli Pérez Garrido, asesora jurídica del Observatorio Ciudadano Nacional de Feminicidios.

“Exige agotar todas las pruebas periciales para descartar abusos de cualquier tipo, incluido el sexual, y considerar el contexto criminal de discriminación o violencia. Demanda investigar con perspectiva de género y debida diligencia reforzada (un deber adicional), sancionar a los servidores públicos que incurrieron en omisiones y negligencia, por su posible obstrucción al acceso de justicia, y reparar el daño”.

INSPIRACIÓN.

Advertir la fortaleza de doña Irinea, escuchar su sabiduría construida desde la tristeza y constatar su arrojo y andar imbatible, ha servido de aliento e inspiración a muchos padres en busca de justicia para sus hijas.

Mariana, pasante de Derecho en la UNAM, se casó en diciembre de 2008 con un policía judicial, a quien conoció en Chimalhuacán, Estado de México, cuando realizaba su servicio social.

Pronto pasó de la ilusión al martirio: celos, golpes, amenazas.

El 28 de junio de 2010 -tan sólo 18 meses después del enlace- acudió a casa de su madre en Ciudad Neza para desayunar. “Ya no voy a permitir que me ponga una mano encima, lo voy a denunciar”, dijo. Se despidió al mediodía, y prometió regresar a la hora de la comida, pero ya no volvió.

Doña Irinea no supo nada de ella hasta el siguiente día, a las 7 de la mañana, cuando el yerno, a quien se ha referido siempre como el “sujeto asesino feminicida”, le llamó para decirle:

-Su hija se ahorcó…

Esa frase revivió al instante las constantes intimidaciones de aquel hombre en los meses previos: “Tengo dos mujeres metidas en la cisterna porque no me trataron como merecía”, “Dígale a su hija que me atienda bien, porque si no, ya no la verá”.

-Ya la mataste -le alcanzó a recriminar y apresuró su traslado a la vivienda de alambrón donde vivía su hija, en Chimalhuacán.

“Vimos a Mariana acostada en la cama, nunca colgada, su cuerpo estaba completamente golpeado: el golpe más grande en la entrepierna, como de unos 15 centímetros, pienso que la violó. Tenía además un pedazo de labio arrancado. Lo único que vimos en la pared fue un cordón de 5 milímetros de diámetro y una armella para cortinas”.